Después, hacia el pueblo de He Shun, donde (palabra de Lonely) los chinos que viven en ultramar eligen retirarse (inciso anti-leyendas urbanas: la gran mayoría de chinos escogen retirarse y morir en su país de orígen, y no en los frigoríficos de los restaurantes...), y que recientemente ha sido nombrado el Pueblo con más encanto de China, que no es moco de pavo. He Shun responde a los ideales tradicionales chinos: tranquilo, adoquinado, casas sólidas de buena madera, terrazas y parques para tomar té, pescar y, sobretodo, jugar a las cartas, asomados a las huertas, al lago, al fregadero comunal o a los campos de colza, que colorean toda la província en esta época.
En general, es un pueblo un poco artificial, de veraneo (cobran una entrada de 50 yuanes). Pero, tras callejear, una anciana nos presenta su casa, y la de los vecinos, y nos habla de su historia, del tipo de madera, de algunos húespedes ilústres. Nos enseña el patio interior, oscuro, rectangular, y el altar con fotos de antepasados. Se percibe la historia, la tradición, y una mezcla de respeto, orgullo y elitismo. Sumado a algunas fotos de la biblioteca, de estilo colonial, y a la información del museo de la guerra con los japoneses en la entonces Burma durante la Segunda Guerra Mundial (que afectó a Yunnan), todo junto me da la sensación que este pueblo se ha 'saltado' los años del comunismo, y se vincula a sí mismo con la tradición china, viva aún entre la diaspora china, la americana, la taiwanesa, y la interior.
Templo de los Ancestros, He Shun
Y, de vuelta en Kunming, aún me quedo tiempo para acercarme a la casa donde había vivido hace ya seis años, en mi primera estancia en China, en Zheng He xiao qu, de camino al lago Dianchi. Creo que era el cuarto de la foto de arriba. El desarrollo de los alrededores hace casi irreconocible el barrio, y de nuevo siento esa extraña sensación que provoca cuando un pedazo de pasado desaparece, la naturaleza geológica del tiempo, la acumulación de capas. Y el contraste entre la imagen del recuerdo y la mirada presente hace ver, diáfanamente, todo lo que nosotros le añadimos a un lugar.
Otro aparte: de camino se puso a llover, y tuve que cobijarme en la marquesina del autobús. Pero no tuve que esperar demasiado porque, como petardos de años nuevo anticipados, una docena de bombazos de control atmosférico rompieron las nubes y dejo de llover. Y es que China usa mucho este sistema, sobre el que están investigando mucho con miras a unos Juegos Olímpicos secos (pero agosto es temporada de lluvia...si no llueve entonces, ¿cuando lloverá?)
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